Por: MSSB
Cautivo es, del verso,
el prosista;
deja en cada línea su
inexistente espíritu,
así como desvanece en
otra piel aquel recuerdo,
maldita memoria que, en
otras sábanas, reposa.
Infame animalejo es
el hacedor de versos
quien, tras la orgiástica
y placentera experiencia,
se retuerce y carcome
entre exquisitos sinsabores
y aspira fastuosas
bocanadas de desaire y melancolía.
Varado de amores, empapado en sudores, envuelto en lágrimas,
sofocada en húmedos ósculos danza su perpetua
culpa.
Presidiario,
condenado al execrable verso.
Miserable, la
ansiedad de vacío post deleite.
Quizá cuando café y alguna vulgar muestra de repostería,
en su nombre, consuman; quizá del verso se libere el prosista.
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