domingo, 23 de junio de 2024

POBRE ANIMAL

Por: MSSB

Entre la caliginosa chacra algo así como una oveja se meneaba desesperada, como si una indómita fuerza la mantuviese presidiaria, torturada. ¡Cómo balaba aquel cautivo ovino que ha sido inmolado por tantas culturas en todos los siglos! Tal escena comprendía un acaecimiento normal para todos los habitantes de la zona, pues lo que excesivamente se repite, incluso los más bizarros hábitos, tiende a volverse costumbre en el consciente colectivo de las gentes.     

Era de vérsela tullida por el establo, renga mientras pastaba, lisiada en general. Pobre animal, creía su pastor a la par que la sentenciaba a escasos días de vida, aludiendo su malestar a tantas desgracias bucólicas se apoderan de los animales rurales. Sin embargo, un particular captó la atención del ovejero, pues solamente dicha oveja era la afectada, nada más una de todo el inmenso y fecundo rebaño. Este razonamiento lo llevó a una sensata, sesuda y sagaz conclusión: custodiarla ininterrumpidamente hasta descubrir el origen de su infamia. Y así lo hizo. La vigiló todo el día desde una distancia prudente, echado sobre el césped, cubierto de frío, pero resuelto a resolver el enigma que allí lo concentraba. De tanto observar la marcada y tediosa vida ovejuna cayó dormido. Menguaba la luz natural cuando el apenas perceptible sonido de unas rápidas y pesadas zancadas lo despertaron. Abrió los ojos, se incorporó, vio a una sombra alta, metida en carnes llevarse al animal en cuestión a toda priesa en dirección hacia la tupida alquería. Mencionada empresa lo motivó a perseguirlos despavoridamente.     

El pastor, alma jadeante e inocente, no creyó cuando viola sometida a la muy viril, enferma y zángana concupiscencia de don Macario Saguay, respetado varón, legatario cacique y teniente político de su comunidad, de quien nadie creía los rumores sobre sus incestuosos actos con sus hermanas. Lleno de estupor ante la mórbida desnudez de don Macario y los estridentes balidos de su oveja, corrió, escapó, huyó, a la par que el sol zigzagueaba y los baldados balidos se desvanecían proscriptos en el espeso verde de la densa chacra.

   


jueves, 6 de junio de 2024

CUATRO INTENTOS DE MICROHISTORIAS

Por: MSSB

Ratas

Todas las noches, el desesperado mancebo escucha arañazos, raspaduras, suaves pisadas, mordiscos, chillidos diminutos en algún recóndito lugar de su hogar. ¡Oh, desordenada casa! ¡Cuántas cosas no sucedieron entre sus paredes, entre sus techos, en sus pisos! Durante el día, el sonido de los roedores se evapora como la tinta del pergamino celada por un Cryptex; pero llegado el ocaso, las ratas abandonan sus escondites y empiezan el infausto bullicio que atormenta la delicada psique del muchacho. Lo peor del caso es que ni él mismo las ha visto, simplemente las imagina: asquerosas, grandes, negras, peludas, gordas. Asimismo, solo él las puede escuchar. Con cada cenit sus ojos se tiñen de un cegador rojo y se predispone, pese a estar en casa, a sufrir con cada arañazo, raspadura, pisada, mordisco, chillido…   

Oscuridad

He sido maldecido con la capacidad de ver en las sombras, de adivinar las tinieblas, de palpar las nebulosas, de dormir despierto. ¿Qué es aquella figura dislocada que me observa, burlesca, desde el tumbado de la habitación? ¿Por qué pasea por el estuco como araña posesa, retorciéndose, de tanto en tanto, y girando por todas direcciones, en repetidas ocasiones, ese bulto que se asemeja a una cabeza? ¿Cuándo has entrado a mis aposentos, oh maldito humanoide perverso? ¡Deja ya esa risa de diantre! ¡Vete, húndete en la lobreguez de la madrugada! ¡Abandona, por siempre, la ruina de esta pieza resquebrajada, atestada por la vil existencia maltrecha de la que soy víctima perpetua!  

¿Mande?

Juan Atampam, de rodillas, con la espalda desnuda y en carne viva por los terribles fustazos que desollaban su piel morena, repetía furibundo, colérico, visceral y luego arrepentido: ¨Mande, mande, mande¨ cuando el patrón, nunca supo si criollo o mestizo, había de latiguearlo para sembrar en su memoria, a través de aquella maldita palabra, la sumisión y completa obediencia a un superior. Tales gritos y tremendo escarmiento sirvieron de ejemplar muestra para el resto. A partir de ese momento, hubo, el malnacido ¨mande¨, de quedarse por siempre en los labios de sus semejantes, -no importa si blancos o negros- compañeros de colonia. Juan Atampam todavía grita despavorido en algún campo funesto al escuchar, temblando, semejante prueba de que el patrón sigue y seguirá mandando.

Creador

Veo una triste tumba tenebrosa en medio de una sala apenas iluminada por pálidas luces blanquecinas que se debilitan a cada minuto que transcurre en su ausencia. Encuentro lloros repartidos por todos los rincones y gimoteos de la viuda todavía incrédula por la sorprendente noticia que dejó helado su palpitar. Río, puertas adentro, sobre su caja, último lugar en el que reposará, aquel hombre, por los siglos de los siglos, amén. Ahora, ahora es mi turno.


miércoles, 29 de mayo de 2024

LA PENA NO SE QUIERE ACABAR

Por: MSSB 

Él la vio, como hace más de una década, metida en una polvorienta video casetera, a través de una triste y borrosa pantalla, ahí, solo, en un territorio al que tuvo que meterse a la fuerza cuando unos petulantes otorgadores de permiso hubieron de negarle el paso ¨legal¨ a su excelentísima nación. Aún son latentes todas las mentiras preparadas que, con nervios, las recitaba de memoria; todavía siente el cosquilleo en sus piernas y el hormigueo en su vientre cuando fue su turno y ante un prepotente, que no hizo más que humillarlo y despreciarlo, agachó la cabeza como bien le habían mal-enseñado sus ancestros.

Él la vio. Al otro lado estaba una vieja que padecía estrabismo, mujer que entre lágrimas se desvanecía, añorando su presencia, sufriendo su ausencia, recordando el tiempo pasado que siempre fue mejor.       

-      - Es que la pena no se quiere acabar, chasito. Acá pasamos las fiestas con la familia. Faltastes vos, nomás, siempre nos recordamos de vos y las gracias que hacías. Cuidaraste, mijo, que dizque está caendo harta nieve en Nueva..., ¿cómo es?... Pídele, pídele la bendición a Taita Diosito, yo sí le pido que te cuide, que no te falte el trabajito, que te regrese con bien. Gracias, mijo, por los que nos mandastes, bien le quedó la chompita a tu ahijada. ¡Ay, mijo! Pena da el verte, al menos en esa foto que pusimos donde era tu cuarto, alado de esos edificios grandotes con esos buenos mozos que te han dado trabajo. Estarasles agradecido, papito, lo que su merced diga, vos servicial, como siempre. Bueno, mijito, bueno, espero oírte pronto, me despido. ¡Ay, mijo! Es que la pena no se quiere acabar.

Él la vio. Desde el otro lado se persignó acorde la vieja mujer le daba su bendición. Retiró el casete, lo acarició entre sus callosas manos, una lágrima empapó la dedicatoria que decía: ¨Cumpleaños. Navidad y Año viejo 199…¨.

 

domingo, 5 de mayo de 2024

EL DIS-PLACER DEL PLACER Y VICEVERSA

 

Por: MSSB

 

Cautivo es, del verso, el prosista;

deja en cada línea su inexistente espíritu,   

así como desvanece en otra piel aquel recuerdo,

maldita memoria que, en otras sábanas, reposa.

Infame animalejo es el hacedor de versos

quien, tras la orgiástica y placentera experiencia,

se retuerce y carcome entre exquisitos sinsabores

y aspira fastuosas bocanadas de desaire y melancolía.

Varado de amores, empapado en sudores, envuelto en lágrimas,

 sofocada en húmedos ósculos danza su perpetua culpa.

Presidiario, condenado al execrable verso.

Miserable, la ansiedad de vacío post deleite.

Quizá cuando café y alguna vulgar muestra de repostería, 

en su nombre, consuman; quizá del verso se libere el prosista.

lunes, 29 de abril de 2024

CRÓNICA DE UNA DUCHA A OSCURAS

Por: MSSB

Me encontraba bajo la regadera, casi no podía ver. No sabía cómo había llegado hasta allí, ni por qué todo estaba a oscuras, de no ser por un triste y desgastado cirio de antaño, que seguro lo tomé del inmenso cajón que alberga, entre otras cosas, objetos que alguna vez fueron sagrados. Quizá no veía, pero palpaba mi alopecia más que nunca. Bien dicen que cuando un sentido falla, los demás se afinan, es que sentía todos mis cabellos desvanecerse, sentía su indómita caída y mi cabeza desnuda y helada.   

Desperté, como de costumbre, a la madrugada, un poco pasadas las cinco, lo suficiente para decir que ¨faltaba para las seis¨. Soy un tipo bastante enfermo, despierto con el estómago hinchado, el aliento amargo, me cuesta abrir los ojos y enfocar los objetos circundantes de mi solitaria habitación, más cuando descubrí al ¨monear¨ varias veces el interruptor de lata que la luz se había ido. ¨ ¿A dónde se va? ¨, aquella interrogante me mantuvo sentado por varios minutos en el filo del catre, semidesnudo y con los hombros caídos. Concluí que la luz, literalmente, no puede ¨irse¨; noté, entonces, una falla en la popular frase y pensé en que todos repetimos, sin pensar, lo que oímos. Pero de que ¨se va¨, se va y esta mañana, nuevamente, ¨se ha ido¨.

¨ ¡Ah, mi ducha! Tan desgastada y sucia, ¿habrá hoy de darme agua caliente o fría, cristalina o amarilla? ¨, meditaba mientras con cerillo en mano trataba de encender un viejo cirio que encontré por ahí. Vaya cosa difícil raspar la cabeza de un fósforo para que prenda; si tan solo tuviera una fosforera, si no hubiese dejado de fumar, no la hubiese tirado junto al porta-tabacos de cuero café que tomé prestada, en mi lejana juventud, de un riquillo quien al negarme una ¨pitada¨ perdió dos dientes y el artefacto ya mencionado. Como fuere, afortunadamente, el agua calentó, pese a que luego se enfrió brutal y súbitamente, pude disfrutarla durante quince grandiosos segundos. ¨Tengo cuarenta años, prácticamente no tengo cabello y estoy tomando una ducha a oscuras¨, sonaba igual de graciosa tanto cuando la pensaba, como cuando la decía en voz alta, aunque nadie más iba a escucharla, ni siquiera la rata incauta con la que me di cuenta que convivo hace ya semanas y que siempre responde con un chillido a mis más desafinadas y des-orquestadas disquisiciones.    

Anoche, al igual que las últimas semanas, no pude conciliar el sueño, pues los terribles aguaceros azotan mi techo de zinc y debo esquivar las goteras, camuflándome bajo el trapo que llamo almohada. Y otra vez: no sabía cómo había llegado hasta allí, ni por qué todo estaba a oscuras.       

Me encontraba bajo la regadera, casi no podía ver… la ceguera parcial me hizo entrar en razón: una ducha a oscuras, mi amarga boca, mi prominente barriga, el porta-tabacos robado, las goteras de mi techo de zinc, mi estrambótica almohada, mi paupérrimo desamparo, una ducha a oscuras… ¿acaso alguna vez pude ver?