Por: MSSB
Entre
la caliginosa chacra algo así como una oveja se meneaba desesperada, como si
una indómita fuerza la mantuviese presidiaria, torturada. ¡Cómo balaba aquel
cautivo ovino que ha sido inmolado por tantas culturas en todos los siglos! Tal
escena comprendía un acaecimiento normal para todos los habitantes de la zona,
pues lo que excesivamente se repite, incluso los más bizarros hábitos, tiende a
volverse costumbre en el consciente colectivo de las gentes.
Era
de vérsela tullida por el establo, renga mientras pastaba, lisiada en general.
Pobre animal, creía su pastor a la par que la sentenciaba a escasos días de
vida, aludiendo su malestar a tantas desgracias bucólicas se apoderan de los
animales rurales. Sin embargo, un particular captó la atención del ovejero,
pues solamente dicha oveja era la afectada, nada más una de todo el inmenso y
fecundo rebaño. Este razonamiento lo llevó a una sensata, sesuda y sagaz
conclusión: custodiarla ininterrumpidamente hasta descubrir el origen de su
infamia. Y así lo hizo. La vigiló todo el día desde una distancia prudente,
echado sobre el césped, cubierto de frío, pero resuelto a resolver el enigma
que allí lo concentraba. De tanto observar la marcada y tediosa vida ovejuna
cayó dormido. Menguaba la luz natural cuando el apenas perceptible sonido de unas
rápidas y pesadas zancadas lo despertaron. Abrió los ojos, se incorporó, vio a
una sombra alta, metida en carnes
llevarse al animal en cuestión a toda priesa en dirección hacia la tupida alquería.
Mencionada empresa lo motivó a perseguirlos despavoridamente.
El
pastor, alma jadeante e inocente, no creyó cuando viola sometida a la muy viril,
enferma y zángana concupiscencia de don Macario Saguay, respetado varón,
legatario cacique y teniente político de su comunidad, de quien nadie creía los
rumores sobre sus incestuosos actos con sus hermanas. Lleno de estupor ante la
mórbida desnudez de don Macario y los estridentes balidos de su oveja, corrió,
escapó, huyó, a la par que el sol zigzagueaba y los baldados balidos se
desvanecían proscriptos en el espeso verde de la densa chacra.