Por: Dr. Fernando Mora
Médico y escritor
Mateo Sebastián Silva Buestán despliega una narración joven y
emprendedora, traspasando y regresando por esa línea delicada de la realidad y
la fantasía, del consciente y subconsciente, de la vigilia y lo onírico.
Franquea por diversos motivos matizados, relatos, poesías, descripciones, y la
sorpresiva aparición de fotografías, que dan a la obra un aire de nostalgia en
pueblos o ciudades alejadas, sin dejar de imprimir la quietud introspectiva y austera del claroscuro de las
iglesias y capillas.
Si bien la vida deambula por sus escritos, la vitalidad es
amenazada con la enfermedad y sobresaltada por la muerte. Pero no la muerte
como final sino como una convulsión de
volver a la vida. Como esos niños enterrados
de sus relatos que se niegan a desparecer y rebrotan espasmódicamente.
La narrativa se va desarrollando con esa faceta de frustrante
desencanto de la existencia mundana, sujeta a la decepción e impotencia de ¨Omar¨, al onanismo y las relaciones de ¨Inés¨, la de un cuerpo cansado y no
apetecible por los años o con el tosco encuentro con la pasión en ¨Ayer estuve¨.
En su obra aparece también súbitamente la nostalgia del circo
de pueblo, la idílica doncella peinando
su cabello frente al espejo que se transforma en pesadilla. Obra que no deja de
ser impactante al encontrar como dice su autor ¨sangre por doquier¨, mientras la atmósfera narrativa se llena de
la presencia de la iglesia con una religión difícil de definir.
Revoltijo narrativa, ¿conciliadora, amenazante? ¿Vía de
redención o culpa?
Así la obra transcurre, como los diversos paisajes que
describe desde el viaje en autobús, pueblos, shamanes, urnas funerarias… pero
dejemos al lector descubrir por sí mismo y para sí mismo este itinerario al
revés del sueño.
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